Artes Plásticas

El Taller 99 fue creado por el arquitecto y pintor chileno Nemesio Antúnez en 1956 a su regreso a nuestro país, después de cursar un Magíster en la Universidad de Columbia (1943), Estados Unidos, y de su posterior experiencia formativa con las técnicas del grabado en el Atelier 17, espacio donde se promovía y practicaba esta disciplina como soporte de experimentación artística, a cargo del destacado grabador francés Stanley William Hayter; inicialmente ubicado en Nueva York, hacia 1950 se trasladó a París, lo que motivó también el viaje de Antúnez a esa ciudad, para especializarse y continuar pintando.
En 1953, Nemesio Antúnez llegó a Chile junto a su familia e instaló su residencia en la calle Guardia Vieja Nº99, comuna de Providencia, donde destinó un espacio para su actividad artística profesional y abrió un taller para la enseñanza del dibujo, en el que participaron diversos artistas como Carmen Silva, Luz Donoso, Nena Ossa, Valentina Cruz, entre otros.
Tres años después, en el mismo lugar, fundó el Taller 99, cuyo
nombre es un homenaje a Hayter, al Atelier
17 y a su espíritu de experimentación y libertad creadora. Los primeros
inscritos fueron Dinora Doudschitzky, Roser Bru,
Delia del Carril, Florencia de Amesti, Luz Donoso, Carmen Silva, Inge Dusi,
Paulina Waugh, Ricardo Yrarrázaval, Héctor Pino y Viterbo Sepúlveda. La primera
exposición colectiva del Taller contó con más de 100 obras y fue presentada en
diciembre de 1956, en la Sala del Ministerio de Educación, generando
inmediatamente las primeras reacciones críticas en la prensa santiaguina a
través de periódicos como El Mercurio y
Las Últimas Noticias. En 1957
formaron parte de la primera muestra de arte contemporáneo organizada por el
Museo de Arte Contemporáneo de Santiago.
Desde sus inicios, Antúnez planteó el Taller como una propuesta
integradora a partir de la práctica del grabado, sin preferencias de estilo ni
técnica, lo que dio origen a una “escena artística ecléctica”, a la que se
sumaron artistas de diversos ámbitos y contextos, entre ellos Eduardo Vilches y Pedro Millar, quienes se
incorporaron en 1958. En algún momento, participaron además Juan Downey y Mario
Toral, entre otros.
El Taller 99 ejerció una influencia decisiva en la instauración y
reconocimiento del grabado chileno como especialidad al interior de la carrera
de arte en el contexto universitario, instalándolo en bienales y plataformas
expositivas internacionales de ciudades como Cracovia, Nueva York y Tokio.
Generó un nuevo imaginario a través de una expansión de las técnicas
tradicionales de la disciplina como la xilografía, la calcografía y la
litografía. Además, realizó actividades conjuntas con otras áreas, entre ellas,
ediciones de grabados de textos líricos como el Cantar de los Cantares en 1960, y poesías.
En 1962, el Taller se trasladó al Campus Lo Contador de la
Pontificia Universidad Católica de Chile, asumiendo su dirección el pintor
Mario Toral, y hacia 1995, casi cuatro décadas
después de su fundación, fue refundado por Nemesio Antúnez, quien
recuerda este episodio con las siguientes palabras: “…reabrió sus prensas el
Taller 99 con colores propios después de varios intentos de unir fuerzas con
otros grupos. Lentamente llegaron los artistas a trabajar”.