Artes Plásticas
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Las primeras acciones de arte documentadas en Chile fueron realizadas hacia 1950 por Enrique Lihn y Alejandro Jodorowsky, quienes desarrollaron una serie de happenings que consistían en el gesto de rebautizar diversas estatuas públicas que formaban parte del imaginario nacional. Una década más tarde, Jodorowsky realizó: “Efímeros pánicos en México y París, acciones de arte de carácter político, en cuyo aspecto performático el poeta RaúlZurita se inspiró al momento de formular su nuevo proyecto estético: un acto de autoflagelación”.
El trabajo del CADA, colectivo fundado por los artistas visuales Lotty Rosenfeld y Juan Castillo, el sociólogo Fernando Balcells, la escritora Diamela Eltit y el poeta Raúl Zurita, comienza en octubre de 1979. En su texto CADA DÍA: la creación de un arte social, el investigador Roberto Neustadt, se refiere al proyecto del grupo y la utilización del soporte-ciudad como una herencia del happening, del cual se valía para desarrollar una obra colectiva y efímera, como un modo de generar cambios democráticos en la cultura, creando acción en el espacio político y urbano: “...corregir la vida es un trabajo de arte, es decir, es un trabajo de creación social de un nuevo sentido y de una nueva forma colectiva de vida...Esa es la obra: la escultura a construir...”. Esta referencia, según el autor, se sustentaba en la idea de la acción de arte efímera y colectiva que se desarrolla dentro de una "escena grande", sin excluir su origen privado como disciplina performática. Por ejemplo, en el contexto internacional, los trabajos de Allan Kaprow y Joseph Beuys apelaban al desarrollo de un proceso artístico siempre dentro del espacio privado, como en el caso de la obra Coyote de Beuys (1974), en que el artista convivió con un ejemplar de este animal salvaje durante un determinado período de tiempo; siguiendo esta línea, en la escena local, Carlos Leppe jamás desarrolló sus intervenciones en espacios públicos, desde su Happening de las gallinas hasta Reconstitución de escena fueron realizadas en galerías privadas.
Sin embargo, las obras del CADA fueron un
"trabajo en escena grande", como una acción de arte y
no un happening propiamente tal. Éstas utilizaban el
soporte-ciudad para el proyecto de una acción de arte social, a
través de una metáfora visual que apelaba a la figura de un cuerpo social
versus un espacio público, en oposición al cuerpo (privado) versus un espacio
(privado) como acontece en el happening. Sus trabajos como
colectivo se resumen en una serie de intervenciones que comienzan con una gran
obra titulada Para no morir de hambre en
el arte, realizada en 1979 y que se desarrolló en cuatro acciones, que
fueron anticipadas por la lectura del manifiesto "No es una aldea" en
el frontis del edificio de la CEPAL:
Posteriormente, estas cuatro acciones fueron
confrontadas con otra titulada Inversión
de escena, que se realizó el miércoles 17 de octubre de ese mismo año, a
las 4.30 P.M. Esta intervención fue analizada por la teórica francesa Nelly
Richard en su texto La insubordinación de
los signos (1994), donde sostiene que "Cuando el grupo CADA... tacha
el frontis del museo... bloquea virtualmente la entrada, ejerce una doble
censura a la institucionalidad artística. Censura su monumento, primero como
museo (alegoría de la tradición sacralizadora del arte del pasado) y, segundo,
como Museo "chileno" (símbolo del oficialismo cultural de la
dictadura). Pero lo hace reclamando a la vez la calle como "el verdadero
museo" en la que los trayectos cotidianos de los habitantes de la ciudad
pasan a ser -por inversión de la mirada- la nueva obra de arte a
contemplar".
El CADA realizó dos obras más como colectivo,
una titulada ¡Ay Sudamérica!,
efectuada el 12 de julio de 1981. La segunda, se desarrolló entre fines de 1983
y 1984, y fue denominada NO+. La
transgresión socio-política de la cual el CADA pretendía dar cuenta,
encontraría su metáfora en una de tipo estético, donde romper con la tradición
de las imágenes imperantes, de las técnicas y los medios artísticos utilizados,
significaría hacerlo con el orden imperante en el plano político; transgredir
al arte tradicional por medio de acciones efímeras, ajenas a los centros de
exposición y a la bidimensionalidad de la obra estática, utilizando la metáfora
como sustitución de un significado.