Fra Angelico: fe, arte y luz en el Renacimiento

“Fra Giovanni da Fiesole fue un religioso y pintor cuyo nombre era Guido di Piero da Mugello antes de tomar los hábitos, debe su apodo, Angelico, a los comentarios que sus pinturas suscitaron en el siglo XVI”, explica la página del Museo Thyssen-Bornemisza.
Fue un pintor del Quattrocento italiano que supo combinar la vida religiosa con el arte. Es uno de los pocos artistas de este período del que se conservan varias obras en la pinacoteca del Prado. El 3 de octubre de 1982 el Papa Juan Pablo II lo beatificó y dos años más tarde es declarado Patrono de los Artistas Católicos. Nació en Vicchio di Mugello, Florencia 1395 c y vivió preferentemente en conventos, pintando retablos en las celdas de los monjes.
De su formación pictórica no hay mayores antecedentes, se especula una iniciación artística por parte del monje de la congregación camaldulense Lorenzo Mónaco, pero también se puede decir que fue eminentemente autodidacta, en los talleres toscanos, pintando e iluminando misales y otros libros religiosos.
En 1417, después de pintar retablos y tablillas, se dedicó por completo a la pintura sacra, e ingresó a un convento dominico situado en las afueras del pueblo de Fiésole, un año más tarde. “En 1430, los dominicos de Fiésole le encargaron una tabla; en 1432, los Siervos de María de Brescia una Anunciación y, en 1433, los Linaioli (la cofradía de los Lenceros) un tabernáculo de cuyo marco se ocupó Ghiberti”, señala el portal Más de arte y a continuación agrega que “en 1436 viajó a Florencia, aquí Cosme de Médicis le encargó pintar dos tablas para la reconstrucción de la Osservanza, el convento de san Marco, así como dirigir, celda a celda, su decoración”. Sus virtudes religiosas dialogan con la tonalidad de sus colores empleados y el uso estético de los recintos en que efectuó su labor.
Su progresiva fama como pintor corrió pareja a su ascenso en la carrera eclesiástica. En 1447 viajó a Roma para decorar un mural en la capilla de Nicolás V en el Vaticano e incursionó en el Arte Gótico, confirmándolo como pionero y maestro del primer Renacimiento italiano. “En 1447 fue contratado para decorar la capilla de san Brizio en la catedral de Orvieto, obra que completaría Signorelli. En 1448 Pedro de Médicis le encargó decorar un armario para los objetos de plata de la Annunziata y, a mediados de los cincuenta, Fra Angelico volvió a Roma para trabajar en los frescos del claustro de la Minerva”, puntualiza Más arte.
Su pintura destacó, entre otras cualidades, por lo expresivo de los rostros, combinando con genialidad la elegancia decorativa del gótico y acercándola a un estilo realista. En toda su creación pictórica se observa la tendencia hacia la teatralidad, en cuanto a una ambientación escenográfica cuyo producto era la profundidad en el resultado total. Se puede aventurar que fue pionero de la perspectiva.
Sus obras están diseminadas en los conventos que habitó, en tanto, La Anunciación (1431) forma parte de la colección del Museo Nacional del Prado, España. Otras obras fundamentales son La Virgen con el Niño entre Santo Domingo y Catalina de Alejandría (1435), Descendimiento (1440), Lamentación sobre el cuerpo de Cristo (1440-1445) y Coronación de la Virgen (1445), entre otras. En tanto, una de las características presente en sus pinturas es la atmósfera creada por la iluminación de sus frescos y óleos bañados por la luz florentina. Su sorprende al espectador por su calidad técnica y su profunda devoción religiosa. El crítico e historiador Giorgio Vasari escribió: “habiendo sido excelente pintor y miniaturista y óptimo religioso merece que de él se haga honradísima memoria”.
La Doctora en Historia del Arte Diana Olivares, explica en “Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia” que “la primera exposición dedicada a Fra Angelico en España ha permitido mostrar cómo su obra refleja los debates artísticos de su tiempo. El Dominico sintetizó un nuevo modo de crear que se apoyaba en la perspectiva científica y la emulación de la naturaleza, sumando aquellos aspectos propios de la tradición florentina con innovaciones técnicas en proceso de consolidación para ponerlo al servicio de la predicación de su orden mediante la correcta representación de las historias sagradas”.
Falleció el 18 de febrero de 1455, en el Vaticano, cuando se encontraba pintando y decorando las paredes de una capilla ya desaparecida. Sus restos descansan en la Iglesia Santa María Sopra Minerva y su tumba hasta nuestros días es motivo de veneración.