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Giuseppe Verdi, el coloso indiscutido de la ópera

Giuseppe Fortunino Francesco Verdi dejó un legado de 28 óperas entre estas Nabucco, Aida, La Traviata y Otello, siendo las tres primeras las más representadas en el mundo, por ello es considerado uno de los compositores de ópera más importantes de la historia. Vivió la época del Risorgimento y fue un símbolo de la unidad italiana.

Nació el 10 octubre 1813 en La Roncale una localidad cercana a Busseto, en la provincia de Parma, por entonces bajo dominio napoleónico, en el seno de una familia de campesinos compuesta por Carlo Giuseppe Verdi y Luigia Uttini. Recibió su formación musical en su ciudad natal, donde comenzó a tocar el órgano a los siete años. A los 20 años, se trasladó a Milán, para estudiar en el conservatorio local, gracias a la protección del acaudalado empresario Antonio Barezzi, pero fue rechazado por su edad. A pesar de ello, comenzó a componer sus primeras óperas.

En 1836 fue nombrado maestro de música de Busseto y contrajo matrimonio con la hija de su protector, Marguerita Barezzi. Tres años más tarde, regresó a Milán para estrenar con éxito su ópera prima Oberto conte di San Bonifacio, en el Teatro della Scala.

1840 marcó el inicio de una etapa ingrata en su vida. Su siguiente ópera Un Giornoi Di Regno fracasó, a esto se sumó el fallecimiento de su esposa y sus dos hijos, Virginia María e Icilio Romano, debido a una epidemia. Esto lo sumergió en profunda depresión que superó, luego que el empresario Giovanni Merelli insistió, para que aceptara musicalizar el libreto del poeta Temistocle Solera, Nabuccodonossor. “Verdi lo leyó tres veces esa noche”, puntualiza National Geographic y así, en menos de tres meses, creó la magistral ópera Nabuco, estrenada en la Scala de Milán en 1842. La soprano Giuseppina Strepponi, más tarde su esposa, interpretó el papel de Abigaille. 

El éxito de esta obra fue rotundo, no solo por lo musical sino también por el trasfondo político, pues se convirtió en el símbolo de la lucha por la unificación política del país. 

“La música de Giuseppe Verdi se enmarca en el Romanticismo musical, una corriente artística que se caracterizó por la exaltación de los sentimientos y la emotividad, así como por la búsqueda de la originalidad y la expresión personal del compositor”, explica la página de la Filarmónica de Madrid. Verdi no componía pensando en grupos privilegiados de la sociedad de la época, sino para las masas. Sus piezas: “tuvieron como piedra angular las pasiones de la humanidad, los sentimientos extremos como el amor, el odio, los celos y el miedo”, agrega el portal mexicano El sol de Morelia.

Nabucco lo entusiasmó y le siguieron I Lombardi alla prina crociata (1835) y Ernani (1844) con igual éxito, dando paso a una serie de compromisos con los empresarios teatrales que le implicaron escribir sin pausa, una ópera tras otra. En 1851 estrenó Rigoletto y dos años más tarde Trovatore y La Traviata, esta última basada en la obra de Alejandro Dumas La dama de las camelias. De ahí en adelante solo compuso lo que él deseaba. Su producción fue menor, pero la calidad subió con creces. A este periodo corresponden Don Carlo (1867) y Aida (1871) encargada por el virrey de Egipto para celebrar la inauguración del Canal de Suéz y su estreno se produjo en El Cairo. En 1887 nace Otello y le siguió su última ópera Falstaff (1893).

El público lo adoraba no solo como músico, sino por su significado en la lucha por la unificación de Italia. “En 1859 representó a su ciudad natal, Busseto, en la asamblea que decidió la anexión libre del ducado de Parma al poderoso Piamonte… Además, integró el  primer parlamento italiano cargo que ostentó de 1861 a 1865, año en que se retiró para dedicarse de nuevo a su carrera musical”, explica National Geographic. En 1874, ya finalizado este proceso histórico, el rey Víctor Manuel II lo designó senador vitalicio.

Verdi murió en Milán, el 27 de enero de 1901 a los 87 años. En tanto, su fortuna la donó para la construcción de un hospital y una casa de reposo, para músicos jubilados en esa ciudad.