La comuna de Licantén está conformada por diecinueve localidades, la mayoría rurales. Cuenta con una comisaría a la cual reportan cinco retenes, entre estos Iloca. Este balneario, ubicado a 120 kilómetros de Curicó, se caracteriza por sus extensas playas de arenas muy finas y oscuras. En 2010 habitaban alrededor de 500 personas a los que se suma un porcentaje significativo de población flotante, producto de la temporada estival. El terremoto y posterior tsunami que azotaron a la zona la madrugada del 27 de febrero de 2010 lo dejó en el suelo. Esa noche el Cabo 1° Fabián Garrido Valdés era jefe del turno que finalizaba a las 4:00 am, pero su término tardó en llegar y durante esas horas salvó la vida de ciento cincuenta personas.
- ¿Por qué optó por avisar a la población que venía una ola?
- Cuando empezó el movimiento estaba arriba del vehículo, éramos tres carabineros. Como todo chileno he vivido temblores fuertes, pero este era diferente. No era posible aumentar la velocidad, la conducción era en zig zag y el tendido eléctrico se movía de lado a lado. En Iloca la calle está cerca de la playa, yo llevaba una linterna muy buena y alumbré el mar, el agua se estaba recogiendo y pensé, esto en algún momento se va a salir. Fue entonces cuando decidí avisar a la población a través de los altoparlantes y balizas del carro que se dirigiera a los sectores alto, advirtiéndoles el grave peligro que corrían.
- ¿Cómo fue el tsunami?
- Nos dirigimos hacia Rancura, un sector ubicado a dos kilómetros del antiguo cuartel ahí está mi casa. La linterna me permitió ver una gran masa de agua que venía. Teníamos miedo y debíamos pasar un puente, que había bajado unos treinta centímetros, producto de sismo. Rebotamos. Nos estacionamos en un pasaje y ayudamos a algunas personas que estaban en la ruta a subir. Ya no circulaban vehículos, pude sacar a varias familias antes que llegara el agua. Estaba oscuro solo escuchamos el ruido de la ola que arrancaba las viviendas. Reinaba la histeria, pero no hubo muertos ni heridos de gravedad. En síntesis, una hora después del gran terremoto se recogió el mar como un kilómetro y fuimos frutalmente azotados por las olas.
- ¿Cómo enfrentó el nuevo día?
- A la mañana siguiente solo había estragos. Bajé cerca de las 8:00 todo era agua, pedazos de casa flotando, vehículos abandonados; en ese momento vino otra ola, pero más pequeña. Subí. Las personas que pude rescatar, unas ciento cincuenta entre adultos y niños, estaban impactadas. Me mantuve al margen para no invadir su privacidad, pero con la luz del día se acercaron. Nos daban las gracias. Muchos andaban en piyama, desorientados, solo querían irse. La mayoría eran veraneantes de Curicó y Talca.
-Y su familia…
- Al llegar a mi domicilio, poco antes del tsunami no había nadie, me preocupé muchísimo. Nos reunimos al día siguiente cerca del mediodía, estaban bien. A mi casa no entró agua. Sin embargo, la familia de mi señora perdió todo. Mi esposa y mis hijos están orgulloso de lo que hice en esa oportunidad.
- En ese momento Usted ¿era consciente de haber salvado la vida de muchos?
- Creo que Dios me guio. No pensé si estaba equivocado o no y tampoco en el impacto de una mala decisión. Con el pasar de los meses algunos me buscaron para agradecer y eso es muy emocionante. La gente me veía como un líder, yo ayudé a todos los que pude, porque había que limpiar las casas, era pura arena. Andaba con una pala colaborando y solicité vacaciones para dedicarme a tiempo completo a esta labor. Hoy, cuando voy a Iloca, aún hay personas adultas que me recuerdan y agradecen, porque les salvé la vida.
- ¿Qué pasó con el retén?
- Del cuartel solo quedó un par de paredes, salvo el armamento, todo se perdió. Durante dos días fui el único carabinero de ese sector, ya que a mis dos compañeros los trasladaron a Licantén, a los pocos días se instaló un container pintado de blanco y verde, ubicado a metros de los restos de antigua dependencia policial.
- ¿Cómo fue el proceso de reconstrucción?
- Llegó mucha ayuda del Estado y de particulares a quienes guiaban los carabineros, para que esta colaboración también beneficiara a los sectores más alejados de Iloca. El centro de acopio estaba repleto, por eso la gente nos buscaba. Con mi señora hacíamos paquetes y los distribuíamos para que todo fuera equitativo y ordenado. La comunidad valoraba este gesto y se sentía apoyada. De a poco comenzamos a salir adelante, aunque estuvimos unos tres meses sin agua y sin luz, porque los postes se cayeron.
- ¿Cómo recuerda esos días todos?
- Luego del tsunami se generó un ambiente de mucha comunicación, una atmósfera de camaradería entre los carabineros y la comunidad. Teníamos mucho trabajo, todo el día con pala y carretilla. Tal vez lo más anecdótico es que mis compañeros pensaban que había muerto: “Iloca desapareció y no sabíamos dónde estabas”, me comentaron, además, la Municipalidad de Licantén me condecoró.
El 6 de marzo de 2010 la presidenta Michelle Bachelet visitó el retén y constató el gran espíritu de servicio de los Carabineros que, con su hazaña, salvaron muchas vidas. “Felicitaciones y gracias en nombre de Chile”, escribió en el libro de guardia de la unidad. En tanto, el actual reten fue inaugurado el 3 de julio de 2014.
En 2017 el entonces Cabo 1° se acogió a retiro por problemas de salud en el grado de Sargento 1°. Aún vive en Rancura consiente de que el terremoto de 2010 lo etiquetó para siempre.