Gabriela Mistral / Lucila Godoy Alcayaga (1951)

Mundialmente conocida como Gabriela Mistral es considerada uno de los principales referentes de la poesía femenina. En 1945 recibió el Premio Nobel de Literatura y en 1951 el Premio Nacional de Literatura.
Pasó gran parte de su infancia en los alrededores del Valle del Elqui. A los 15 años comenzó su trabajo docente en la Escuela de la Compañía Baja. Su ingreso a la Escuela Normal de Preceptoras de La Serena se frustró debido al impacto que sus poemas generaron en los sectores conservadores, que los clasificaron como socialistas y paganos. Gabriela Mistral no estudió pedagogía, sus conocimientos fueron convalidados por la Escuela Normal N°1 de Santiago, gracias a sus experiencias, trato y visión hacia los estudiantes. En 1922 fue contratada por el Gobierno de México, para crear las bases de su nuevo sistema educacional, modelo que hasta el día de hoy se mantiene en esencia.
El primero de sus éxitos fue Sonetos a la muerte (1914) obra que obtuvo la máxima distinción en los Juegos Florales de Santiago. En 1922 publicó Desolación y dos años más tarde Ternura. “Alone, destaca su heroísmo para estudiar sola, contra una ambiente mezquino y hostil, en medio de pobrezas amargas” (Concha 20). Estos factores la impulsarán a abandonar Chile en 1922. En 1938 aparece Tala, una confirmación de su visión sobre su ‘suelo’, porque “es también un libro hondamente arraigado en el terruño, en la provincia, en la región, es una emanación del valle donde nació y creció la poetisa” (Concha 100).
En 1953 viajó a Estados Unidos, donde es nombrada cónsul en Nueva York y conoce a la escritora Doris Dana, quien la acompaña en su viaje de regreso a Chile en 1954. Ese año publica Lagar, en tanto, el que el Presidente Carlos Ibáñez del Campo, la reconoce con el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Chile.
Durante su último viaje a nuestro país visitó su amado Valle del Elqui y durante un paseo por el fundo El Ajial se cruzó con el Cabo Ricardo Huerta Loyola y el Carabinero José Barraza Arancibia, plasmando en una hoja de su libreta de patrullaje montado: “Gracias a los que velan desvelándose, ustedes son sin saberlo los guardadores de nuestros sueños y la conciencia de la ciudad”. Estas palabras, de gran contenido simbólico, sintetizan el desvelo y cariño que diariamente entregan los miembros de la Institución a la sociedad, en tanto, la página forma parte de la colección del Museo.
Su trabajo forma parte del patrimonio cultural inmaterial de nuestro país, el mismo que muchas veces sintió que no la comprendía y, sin embargo, se levanta con orgullo al escuchar su nombre.