Por qué pacos…
El origen de la palabra paco, con la que desde hace mucho tiempo se denomina popularmente a los funcionarios de Carabineros de Chile, es desconocido. Existen muchos supuestos sobre su génesis, inclusive algunos se remontan hace más de dos siglos, pero en términos generales la mayoría de las versiones carecen de fuentes que le den consistencia a este apelativo. Lo que sí es posible asegurar es que este vocablo tiene una carga histórica importante, pues se usaba desde antes de la creación de Carabineros de Chile, para designar, mayoritariamente en forma peyorativa, a los funcionarios policiales. Actualmente, es posible señalar que, de acuerdo a la connotación que se le dé, puede o no ser negativa más allá de eso, su vigencia se mantiene en nuestro lenguaje.
A lo largo de este artículo se estudiará el significado de la palabra paco en el tiempo, para establecer una versión nueva, sustentada en fuentes primarias, analizando de paso las debilidades de las versiones que hasta ahora se han arraigado en el imaginario institucional, respecto al origen de este término tan popular entre civiles y Carabineros. En tanto, para estructurarlo, se revisarán primero las versiones existentes y luego se dará paso a lo que se propone como una nueva interpretación avalada en fuentes, por lo cual se citará una serie de diccionarios que la Real Academia Española coloca a disposición de los usuarios a través de su página web. Esto se complementará con los escritos de la Revista de Carabineros de Chile medio que, en sus más de noventa años, ha publicado artículos relatando las versiones que de una u otra manera se han incorporado al imaginario colectivo de la comunidad.
En julio de 1962 la Revista Carabineros de Chile publicó un artículo titulado “Sobre el uso de las palabras” que aborda los temas relacionados a los términos roto y paco y las connotaciones que han tenido a través del tiempo. Este escrito presenta tres versiones: la primera nos traslada hasta el siglo XIX, tiempo en que la policía era un cuerpo pequeño con alta rotación de personal y su jefe era: “un ilustre godo, que tenía un nombre muy español: FRANCISCO, o mejor dicho, en el lenguaje familiar: PACO. Pero por coincidencia, además de él, había entre los siete hombres que componían los serenos, otros dos Franciscos” (N°87, 49). Según esta versión, “Paco era jefe de dos Pacos”, por lo cual se habría generalizado el nombre.
Esta reseña ni siquiera consigna su autor, no da fuentes. Cabe destacar que de ser real esta aproximación es válido preguntarse ¿quién era Francisco? ¿Por qué, si fue tan famoso por tener dos Franciscos más bajo su mando, no quedó registro de su nombre completo? Tampoco se establece claramente a qué cuerpo policial o en qué año específico fue jefe. Si bien, se menciona que eran “serenos”, parece extraño que en la ciudad existieran solo siete, pues en todos los reglamentos y documentos de la época se establece para ese Cuerpo un número muy superior de hombres. En 1822, de acuerdo al reglamento del 30 de junio de ese año establecido por el Director Supremo Bernardo O’Higgins, contaban con una dotación de 80 funcionarios, por lo tanto, esta versión carece de sustento histórico.
Otra versión mencionada en el artículo habla que este nombre provendría del vestuario de los policías que antecedieron a guardianes y carabineros: “El tejido primitivo fue de alpaca y los aguerridos guardadores del orden aparecieron de pronto arrebujados en el abrigador ropaje talar que perdura hasta nuestros días… de alpaca a paco, la economía y facilidad de expresión es evidente” (N°87, 49).
Es incuestionable que pasar de alpaca a paco es relativamente sencillo, sin embargo, nuevamente surgen interrogantes: ¿Cuándo? ¿De qué fecha aproximada hablamos, cuando nos referimos a estos antecesores de guardianes y carabineros? No existen datos. En tanto, surge de aquello otra consulta: ¿Cómo sabemos que los policías y guardianes del orden vestían mantas de alpaca? Existen documentos que dan cuenta de compra de vestuario de personas o de instituciones, aunque no específicamente de policía, los que hacen referencia a la diversa materialidad disponible, para confeccionar estas prendas, por lo que nuevamente esta explicación carece de un sustento teórico comprobable. No obstante, tiene el mérito de apuntar a la palabra “alpaca” que desempeña un rol protagónico en la versión que se ha logrado reconstruir en base a las fuentes.
La tercera alusión presentada contiene datos más precisos. Narra que a fines del siglo XIX, 180 guardianes custodiaban un extenso sector de Santiago, en la ribera norte del río Mapocho, bajo jurisdicción de la 9ª Comisaría. El jefe de esta unidad, Buenaventura Ramírez Bravo, recibía constantemente quejas sobre los hurtos que afectaban a vendedores y abastecedores de frutas y verduras que venían desde Conchalí, perpetrados fundamentalmente por niños y jóvenes que huían rápidamente con su botín. Para combatir este ilícito, el Comisario Ramírez recurrió a un último recurso: “un guardián recién contratado, campeón en distancias cortas, a quien dotó de una larga huasca de cuero, con la cual la zurra era segura. Como quiera que Francisco Torrejón, que así se llamaba el policía, era más conocido como ‘Paco’”, los jóvenes que arrancaban entonces señalaban: “¡El Paco, guachi con el Paco!” (N°87, 49). Según el artículo Francisco Torrejón se hizo tan conocido que lo pidieron de otras unidades, para poner orden en los acopios de San Diego y Pila del Ganso.
Esta versión tiene algunos datos verificables. En efecto la 9ª Comisaría cubría una extensa área en la zona norte de Santiago, desde Independencia hasta el Cerro San Cristóbal y los fundos que llegaban hasta los cerros de Conchalí, según señala el Álbum Gráfico de la Policía de Santiago (1922). “Buenaventura Ramírez fue el cuarto jefe que tuvo esta unidad, creada el 1 de octubre de 1890” (209). Sin embargo, el texto citado no menciona en ningún punto la anécdota de Francisco Torrejón, lo cual es inusual, pensando que estos libros se hacían precisamente para dar cuenta de acontecimientos curiosos; mientras, la denominación de paco se remonta a la Colonia y la creación de la 9ª Comisaría corresponde a 1890.
Otra de las alternativas que circulan data de 1875 y fue publicada por el destacado historiador y político liberal Benjamín Vicuña Mackenna, Intendente de Santiago entre 1872 y 1875, en La Policía de Seguridad en las grandes ciudades modernas. En la introducción señalaba que la policía no era precisamente una institución que generara simpatía en la población, muy por el contrario, producía mal ánimo y agrega: “El nombre mismo de paco, palabra peruana que significa ‘siervo’, es ya un calificativo innato pero popular de desprecio, así como el calificativo de ayuco, apodo con que nuestros abuelos conocían hace un siglo los primeros guardianes del órden en la capital, es todavía un sinónimo de satélite i adulador del poder” (3). Vicuña Mackenna, considera ayuco como otra forma despreciativa similar a paco y del análisis se establece que en 1875 se conocía a los policías con ese apelativo. En tanto, el destacado abogado, político conservador y escritor Zorobabel Rodríguez Benavides refuta a Vicuña Mackenna en su Diccionario de chilenismos (1875).
El texto de la Revista de Carabineros exhortaba a sus lectores a enviar otras explicaciones respecto a la palabra. Esta invitación fue recogida por el Coronel Franklin Troncoso Bächler, quien escribió “¿Qué pasó con Pascualito?” donde menciona el Diccionario de chilenismos y de otras locuciones viciosas del sacerdote y escritor Manuel Antonio Román, publicado entre 1901 y 1918. Según esta alusión paco se origina en el diminutivo de Pascual usado en Chile durante la primera mitad del siglo XIX. De acuerdo a Román: “Cuando estaba recién instituida la guardia civil en Chile, y cuando sus individuos se llamaban vigilantes, había uno de nombre Pascual, cuya familia era del campo. Una vez, los principales de ella hicieron viaje a Santiago, con el fin de ver a Paco, que, como es sabido, es el diminutivo familiar que se da en Chile a los Pascuales. Apenas lo divisaron, corrieron a abrazarlo, le hicieron mil manifestaciones de cariño, llamándolo infinitas veces ‘Paco’ arriba, ‘Paco’ abajo. Y tanto lo paquearon, que todos los transeúntes y circunstantes hubieron de reírse, tomando y repitiendo el nombre como término de burla. El pobre Pascual dio en enojarse, y por eso quedó confirmado con él, no ya nombre, sino sobrenombre de “Paco”, que luego se extendió como sucede en dichos casos a todos sus compañeros…” (N°99, 41). Troncoso agrega que, luego se extendió como “noticia falsa” por todo el país, asegurando que esta casualidad fue la que dio origen al apelativo. Siguiendo este razonamiento si el personaje se hubiera llamado Benjamín, quizás hoy los policías serían llamados “bincho”.
Para argumentar esta historia Román no cita ninguna fuente, señala además algunas obras populares donde se habla de los pacos como los pascuales, asegurando de esta forma que la historia del Pascual vigilante es verdadera. El problema de esta versión es que perfectamente el tránsito pudo haber sido a la inversa, es decir, que ir de Pascual a paco es lo mismo que ir de paco a Pascual. Y volvemos a los cuestionamientos: ¿Por qué no hay registros de Pascual? ¿Por qué nadie sabe su nombre completo o su origen? ¿Realmente era tan importante en la década de 1830 ser policía, como para que la familia hiciera tanta algarabía por reconocerlo como tal? Esto último parece totalmente infundado, pues asimilar la realidad de la década de 1910, época en que Román escribió su diccionario, a la de un siglo antes cuando, probablemente ser policía ni siquiera era visto todavía como una profesión u oficio no es consistente. Quizás la única alusión verdadera de Román es señalar que Pascual era vigilante, es decir era de aquella institución nacida en 1830 y que en 1850 se fusionó con los serenos, para dar origen a la Brigada de Policía.
Una versión revelada por el Coronel Diego Miranda Becerra, en “Jugando al paco-ladrón” inserta en Policía y Carabineros. Ensayos Históricos y Biográficos y años antes difundida en la revista Ilustración Policial de marzo de 1922, tomada del diario Las Últimas Noticias explica que paco se “atribuye a un vigilante de nombre Pascual Mendoza, quien por 1830 cuidaba que los niños no robaran sandías o melones de las carretas que llegaban cargadas de fruta para ser vendida en las inmediaciones del río Mapocho. Conocido por su hipocorístico ‘Paco’, fue popularizado por los niños cuando, chicote en mano, recorría las carretas. Al verlo, los chiquillos se corrían la voz de alarma gritando: ‘guarda con el Paco’, ‘allá viene el Paco’, ‘el Paco, el Paco’” (116). Según Miranda, a partir de esto las madres comenzaron a amedrentar a sus hijos amenazándolos con llamar a Paco, para que se los llevara, con lo cual el apelativo pasó por los serenos, más tarde a los vigilantes y terminó en los Policías Fiscales y Carabineros de Chile.
No es difícil identificar que esta es una mezcla de las versiones de Francisco Torrejón, con la de Pascual de Román, dejando sobre el tapete las mismas dudas. Cabe destacar que, a diferencia de las interpretaciones anteriores, Miranda señala claramente que, no existe una versión establecida, añadiendo la explicación sobre la confección de la manta de alpaca.
Otros análisis, mucho más sucintos y menos documentados, los entrega el Coronel Ricardo Fuentealba González en “¿Por qué nos llaman pacos?” en agosto de 2017. El autor vuelve sobre las deducciones del Coronel Miranda, citándolo, y también habla de las mantas de alpaca. Explica que “hay algunos que asocian esta anécdota –la de Pascual Mendoza– a los inicios del período colonial, con otro protagonista: el Alguacil Menor Francisco Carretero, nombrado por el Alguacil Mayor Juan Gómez de Almagro. Aunque no hay elementos objetivos que comprueben esta hipótesis” (N°748, 66). En efecto, existe evidencia sobre quiénes son aquellos que vinculan las dos anécdotas y, por supuesto, no tiene ningún fundamento por cuanto en el siglo XVI cuando, es nombrado tanto Juan Gómez de Almagro como Francisco Carretero, el concepto de policía ni siquiera existía en su forma actual, por lo que difícilmente paco y policía podían asociarse.
Otra alusión presentada por el Coronel Fuentealba, no muy difundida, “relaciona el término ‘paco’ a los policías de azul de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, puesto que así se les llamaba a los curas franciscanos –a raíz de su creador, San Francisco de Asís– que, por aquel entonces, vestían una sotana de un color muy similar al del uniforme policial” (N°748, 66). Sabemos a priori que esta versión no tiene fundamento alguno, ya que Benjamín Vicuña Mackenna y Zorobabel Rodríguez afirman en 1875 que, desde hace mucho se les llamaba pacos a los guardianes del orden, por esta razón es imposible que haya surgido a fines del siglo XIX y principios del XX, volviendo entonces al punto de partida de esta larga discusión.
Hay otras dos referencias que no tienen una fuente específica, pero circulan en sitios de Internet y son parte de la cultura popular interna de la Institución. La primera señala que, en 1782, se concluyó la construcción del Puente Cal y Canto sobre el río Mapocho, que unía la creciente ciudad con el sector de La Chimba, conocido por ser un espacio de sociabilidad popular, por lo que la presencia de serenos era habitual. Uno se destacaba entre ellos: Francisco que, debido a la contracción del nombre, se le conocía como “Paco”. Este personaje solía amedrentar y corregir a los ciudadanos indisciplinados de dicho lugar, por lo que cada vez que lo veían aparecer gritaban “¡arranquemos que viene Paco!”, extendiéndose el nombre a todos sus compañeros. En esta versión tenemos algunos elementos similares a las anteriores historias y parece simplemente una más de aquellas que presentaban a Francisco Torrejón o a Pascual Mendoza.
La segunda referencia se relaciona con la documentación institucional. A partir de 1967 el tradicionalmente conocido como Personal de Suboficiales y Tropa de Fila de acuerdo al Reglamento N°10 que regulaba sus funciones, pasó a denominarse Personal a Contrata, mediante la modificación de dicha normativa aprobada por Decreto Supremo N°1.818. Si bien existía personal asimilado, al grueso de los carabineros se denominaba Personal a Contrata de Orden y Seguridad, cuya abreviatura era P.A.C.O.S., clasificación modificada mediante Decreto Supremo N°701 del 6 de diciembre de 1995, por el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Se trata de una curiosa o buscada coincidencia, pues en una primera aproximación, parece imposible que, por esta razón, se haya denominado pacos al personal de Carabineros, considerando que ya en el siglo XIX era un término popular.
Éstas, más allá de sus diferencias, son las versiones que existen hasta ahora sobre el origen de paco. Curiosamente los diccionarios de chilenismos que han existido durante el siglo XX, no ahondan en el origen de la palabra solo dan cuenta de su uso, en algunos casos aludiendo a la alpaca o a la palabra quechua paco que significaría rojizo.
En que vulgar y socarronamente llamamos pacos a los soldados que en España llaman guardias civiles, i por acá en mas decente estilo policiales, no cabe duda ni disputa. Pero ¿cuál es la etimolojía de esta voz? Aquí la certeza falta si bien no falten las conjeturas.
La palabra paco, según el vocabulario americano añadido por don Amador de los Rios a la Historia de las Indias de Oviedo, seria de oríjen quichua, en cuyo idioma quiere ella decir, siervo, esclavo.
El señor Vicuña Mackenna parece inclinarse a aceptar esta etimolojía a todas luces errónea. Errónea porque no existe en quichua una palabra que, significando siervo o esclavo, hubiera podido dar oríjen a nuestro paco; i errónea tambien porque es difícil percibir la relacion que exista entre la condición de los siervos i la de los encargados de mantener el órden en las calles i plazas.
Lo mas probable nos parece suponer que el paco nuestro venga del quichua ppáccu, que significa rubio, castaño, bayo, como no solo es de suponerse sino de afirmarse categóricamente con respecto al adjetivo, paco, a, bayo, a. Para explicarnos la sustantivacion de este adjetivo nos bastará recordar que hace algunos años no era raro ver abrigados a los policiales de Santiago con ponchos pacos, únicos capotes con que aun se defienden del frio i de la lluvia los de varios departamentos, i que no faltan en nuestra patria ejemplos de adjetivos que expresan color trocados en sustantivos que designan a las personas que de él acostumbran vestirse. ¿No llamamos vulgarmente morados a los obispos, negros a los tordos? I por la inversa, no llamamos carmelita al color de que se visten los religiosos de la orden del Carmelo, i lacre el rojo, solo porque este es el color que comunmente se da a aquél? ¿Por qué no suponer entonces que el color de los ponchos de los guardias civiles haya servido al vulgo para formarles un nombre, ya que él, o no existia en la Península, o no habia llegado a estas tierras? Paco, a, como queda dicho, es bayo, a, i a veces también pardo, a. (340-341).
Esta explicación tiene muchísimos aspectos verosímiles y es el punto de partida de la versión reconstruida a través de elementos documentales para sustentarla. En primer lugar, parece más lógico y menos ficticio la asociación color-oficio que materialidad-oficio, o sea, no es que la manta haya sido de lana de alpaca como señala la Revista Carabineros de Chile de 1962, el Coronel Diego Miranda o el Coronel Ricardo Fuentealba, es el color el determinante. Tampoco es una deformación de la palabra alpaca, sino el nombre del tono que en quechua se denominaba paco. Cabe destacar que las catalogaciones de los colores han variado en el tiempo, por larga data se usó el nombre grana, para referir a un pigmento rojo y, como se menciona en el texto de Rodríguez bayo, para hacer alusión a un amarillento, lo mismo que el pardo, para un café rojizo, en que derivó finalmente la palabra paco.
Otro tema importante es el dinamismo del lenguaje, pues éste no siempre mantiene las mismas denominaciones, lo que claramente es mostrado por Rodríguez al señalar que paco significa bayo; mientras Miranda y Fuentealba señalan que es rojizo, es decir, en algún momento pasó a evidenciar otra cosa, pero se puede seguir analizando la cita de Rodríguez. En efecto, todo parece indicar que Vicuña Mackenna se inclinó por un significado que estableció el historiador español José Amador de los Ríos en la reedición que realizó en el siglo XIX de la Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-firme del mar océano de Gonzalo Fernández de Oviedo, escrita en el siglo XVI, en la cual incluye un diccionario de voces americanas, donde efectivamente aparece paco, para señalar a siervo o esclavo. El detalle, es que el autor indicó que el término correspondía a la lengua de Castilla de Oro, es decir de la zona de la actual Colombia o Venezuela, que en el siglo XVI recibía esa denominación. Por lo tanto, difícilmente podría haber llegado a Chile con ese significado, no así el paco de Rodríguez. De hecho, en el texto de Fernández de Oviedo aparece en varias ocasiones la palabra paco, pero señalando sucesos que ocurren en América Central o el Caribe, no en la zona de Perú o Chile.
En tanto, parece, mucho más cercana a la población la posibilidad de identificar un oficio con un color, más si éste está asociado a una prenda de vestir, para demostrarlo se revisaron los diccionarios antiguos que la Real Academia Española y así ver la evolución del concepto. Al ejecutar una búsqueda en la versión actual aparecen cinco significados para paco: el primero alude a la palabra quechua p’aco que designa a llama, en tanto, la quinta acepción de paco, de origen incaico, apunta al cuerpo policial. Esto parece un poco contradictorio, por cuanto el idioma hablado por los incas era precisamente el quechua, por lo que es posible presumir que ambas palabras tienen el mismo origen. En tanto, paco era precisamente un animal que podría ser la llama o la alpaca, basta señalar que el nombre científico de esta última es Vicugna pacos.
En 1617 el Vocabularium Hispanicum Latinum et Anglicum copiossisimum del lexicógrafo inglés John Minsheu señala que paco era: “Animal in India famile Capre”, es decir una especie americana, aludiendo a las Indias como se conocía en aquella época al territorio americano en Europa. El Diccionario de Autoridades (1737) ahonda en esta definición señalando al paco como una: “Especie de carnéro que se cria en Indias, algo mayor que el común. Son mui lanúdos, y tienen el cuello mui largo. Son de varios colores, blancos, negros o pardos. Es animal mui útil y provechoso, porque su carne es sabrósa y mantiene mucho. Sirve para el tráfico y conducción de las mercaderías y géneros, que se llevan de una parte a otra. No cuesta nada su mantenimiento, porque se sustentan de la hierba, que en abundancia encuentran por todas partes, y un hombre basta (ó quando más dos) para conducir y cuidar de una recua de trecientos o quatrocientos”.
Esta descripción se acerca más a la llama, por cuanto las alpacas no se usan para transporte de elementos, sin embargo, es altamente posible que la diferencia entre llamas y alpacas no haya sido sustantiva para los españoles hasta bien entrado el siglo XIX. Así, es posible suponer que se refiere a un auquénido, sea este cualquiera de las especies nombradas.
En el Diccionario Castellano (1788) del sacerdote jesuita, filólogo y lexicógrafo español Esteban de Terreros y Pando, añade a la definición que se relaciona al animal “especie de carnero”, que “su lana es mui fina, y la carne delicada y aparece una nueva acepción: “Una especie de mineral, ó piedra metálica de un rojo amarillo que se saca de las minas de plata de Chile, y del Perú”. En este punto se puede nuevamente ver que el paco estaba asociado a un color, esta vez de un mineral de tonalidades rojo amarillento, pero además, la precisión respecto a lana y carne permite inferir que la definición hace referencia más bien a la alpaca que a la llama. En efecto, hasta nuestros días estos productos de la alpaca destacan por su calidad.
El Diccionario de la RAE (1817) especifica más sobre esta especie agregando que el lomo es de color rojizo y el vientre blanco, agregando un nombre científico que fue antecesor al actual de ese auquénido: Camelus pacos. Esta situación fue refrendada en la versión de 1884, cuando se asimiló paco a alpaca, agregando además rojizo. Este cambio, para designar a un color comienza a verse con más claridad a partir del Nuevo Diccionario de la Lengua Castellana del gramático español Vicente Salvá (1846) define paco como bermejo: “y así llaman metal paco al que tiene este color, aunque en algunas partes del Perú dan este nombre al verde cobrizo y en el Potosí, á todo el que no sea acerado ni negrillo”. Agrega que comienza a denominarse como paco llama, para aludir a un auquénido, todavía sin mucha claridad si es una llama o una alpaca. Con esto la definición se complejiza en el sentido de que la gama de colores representada por el paco se amplía, sin embargo, la base de fondo continúa: la asociación se hace en relación a un color y no al mineral ni al animal.
En quechua, de acuerdo al Diccionario Runasimi, p’aqo, se define como pardo, castaño oscuro, marrón o dorado, rubio o rubicundo, es decir es una gama de colores que va desde lo amarillo hasta lo rojizo. Lo que podríamos denominar como colorado cuando hablamos, por ejemplo, del cuero: una especie de café rojizo.
Un quiebre importante en las definiciones de la palabra paco se da en el Diccionario de la Lengua Española del filólogo español José Alemany y Bolufer (1917) quien atribuye la etimología de ésta al quechua, bajo el significado de rojizo, añadiendo los siguientes datos: “En Chile, hablando del color de la lana de ciertas ovejas, bayo, pardo y rojizo”, tras ello define como “mineral de plata con ganga ferruginosa” es decir con vetas o materiales que se enrojecen por efecto de oxidación, agregando: “En Chile, celador o sereno”. Ésta es la primera definición de un diccionario de la lengua española en que encontramos la asociación entre paco y un personaje que se podría identificar como un policía, dando cuenta nuevamente que el vocablo paco define un color, en línea con lo que señalaba Zorobabel Rodríguez en 1875 y la evolución del término. Evidentemente, es difícil de precisar ese color, en tanto, la gama de matices básicos que conocemos difícilmente pueden describirlo, pero alude a un tono que podríamos llamar de “lana cruda” o sea lana sin procesar, el cual evidentemente cambiará de acuerdo al animal del cual se extrae.
El Diccionario manual e ilustrado de la Lengua Española de la Real Academia (1984) define paco como un: “gendarme, porque usaban ponchos de color rojizo” siendo utilizado este término en Panamá, Colombia, Ecuador y Chile. Entonces, el apelativo paco dado en la actualidad a Carabineros de Chile, tiene su origen no en un Francisco o Pascual, ni tampoco en la materialidad, lana de alpaca, sino en la palabra misma paco, que siempre ha existido. Tiene un origen quechua y define un color, el mismo que vestían los antiguos policías de las ciudades.
En efecto, desde la Colonia los policías en las ciudades eran llamados pacos, como ya lo señalaba Benjamín Vicuña Mackenna y Zorobabel Rodríguez, más adelante Armando Romo Boza en “Cómo se hizo la fusión” publicado en la Revista Carabineros de Chile, corrobora que este apelativo proviene de las policías al señalar que “cuando los aspirantes a oficiales de una y otra institución fueron juntados en la Escuela de Carabineros, debido al uniforme diferente “inmediatamente se sabía cuáles eran los ‘pacos’ y cuáles los ‘básicos’”. Todo esto se ve refrendado en el diccionario de Alemany (1917) al señalar claramente que en Chile paco define a un color de lana determinado y también se denomina de esa forma a los celadores, vale decir, a los guardianes y policías.
Parece interesante señalar que, más allá de la variación de uniformes que a lo largo de la historia han existido en las diferentes instituciones policiales del siglo XIX y que han quedado establecidos ya sea en grabados o reglamentos, lo cierto es que una prenda que perduró por mucho tiempo fue la manta. Dados los problemas económicos que históricamente tuvieron las policías, debido a su dependencia de las municipalidades, no es posible esperar que las mantas proveídas por los municipios hayan sido de otro color que no fuera el de la lana cruda y posiblemente se hayan tratado de uniformar usando alguna tonalidad de las que se definía como paco: quizás un café rojizo u otro entre amarillento y rojizo, con tonalidades intermedias que, seguramente, destacaba dentro de la vestimenta del resto de la población, como señaló Zorobabel Rodríguez un “poncho paco”.
Autores como Diego Miranda o Ricardo Fuentealba mencionaron la relación entre alpaca y paco, pero erraron en dos puntos: en primer lugar, no existe un paso de alpaca a paco, la palabra paco siempre existió para definir a un camélido; en segundo lugar, no se trata de la materialidad de la confección de los ponchos, es decir, no es que las mantas hayan sido de lana de alpaca, sino que éstas eran color paco. He allí la asociación más factible de realizar por el bajo pueblo, donde probablemente surgió este concepto a fines del siglo XVIII y principios del XIX, época en que nacen las primeras instituciones que se encargaron específicamente del orden público, como serenos y vigilantes.
Cabe destacar que la aparición tardía en los diccionarios de la palabra, para definir al policía, se debe fundamentalmente al afán normativo que tenían estos textos. Zorobabel Rodríguez no escribió el Diccionario de chilenismos con el fin de conocer mejor las palabras o darle valor a su uso, muy por el contrario, fue para señalar por qué estaba mal que se usaran, en una época donde se pretendía normar el empleo correcto del lenguaje por medio de adscribir a las definiciones de la Real Academia Española.
Por otro lado, la asociación de colores por parte de la población para nombrar al oficio de policía es también muy antigua. Diego Miranda en Un siglo de evolución policial señala que Claudio Gay en Historia Física y Política de Chile menciona que la gente en 1830 llamaba a los Vigilantes de Policía, los padrecitos, por la forma y probablemente el color del traje. Añade que se usaba un uniforme de invierno y de verano del cual perdura una lámina confeccionada por el naturalista francés, donde visten un traje blanco acompañado de un gorro con banda roja. En tanto, es altamente probable que el apodo hiciera referencia al de invierno, posiblemente de negro, color que han vestido históricamente los sacerdotes, así como el traje de verano de la policía ha sido blanco. Esta litografía muestra que los policías llevaban una manta, posiblemente, la que les dio el apelativo que perdura hasta hoy.
Frente a este argumento es válido preguntarse ¿quién alguna vez no ha dicho: “ahí vienen los verdes”, para dar cuenta de la llegada de Carabineros? En su época las Policías Fiscales también fueron llamadas los azules, por lo tanto, la asociación entre el color y la Institución viene desde muy antiguo, siendo paco probablemente la herencia más vetusta de esta asociación en la policía. Luego de este análisis solo resta concluir que esta expresión encierra una connotación positiva que es parte de nuestra historia.
El artículo fue desarrollado por Isaí Espinoza González, Aspirante a Oficial, integrante del Taller Patrimonial y de Conservación Histórica y publicado en el noveno ejemplar de la revista Museo Histórico Carabineros de Chile.