Literatura Chilena

Naturalismo: Esta corriente literaria es una derivación del realismo que, a fines del siglo XIX, tuvo un gran auge en nuestro país y se caracterizaba por retratar la realidad lo más fiel posible en sus textos. Su principal precursor fue el escritor francés Émile Zolá, quien intentó aplicar los principios de las ciencias en la creación literaria, reduciendo la novela a un documento social positivista, es decir, la actitud cientificista del narrador está presente a lo largo de todo el ciclo naturalista. Algunos autores son: Vicente Grez, Daniel Riquelme, Nicolás y Senén Palacios, Ramón Pacheco y José T. Medina, entre otros.
Modernismo: Es un movimiento literario que se desarrolló entre los años 1880-1920, fundamentalmente en el ámbito de la poesía. Se caracterizó por una ambigua rebeldía creativa, un refinamiento narcisista y aristocrático, el culturalismo cosmopolita y una profunda renovación estética del lenguaje y la métrica. Su comienzo tradicionalmente se determina en 1888, año en que el nicaragüense Rubén Darío publicó Azul, generando innegable repercusión en la literatura de hispanoamérica.
El Modernismo surgió en Chile: “en términos de Bernardo Subercaseaux- como una oposición constituva a la sociedad posterior a la Guerra del Pacífico” (Muñoz-Oelker 64). Esta sociedad comenzará a vivir un ciclo de prosperidad producto de la bonanza del salitre y el desarrollo comercial, en tanto, la clase alta sentirá una fuerte atracción por el lujo y el refinamiento francés, que se visibiliza en la ciudad.
Estudiosos como Domingo Melfi o Mario Ferrero denominan a este periodo creativo como Generación de 1900. En su interior existe una tensión entre una corriente formalista y otra populista. Con la primera se identifican: Manuel Magallanes Moure, Francisco Contreras, Jerónimo Lagos Lisboa, entre otros; mientras a la segunda adhieren: Carlos Pezoa Véliz, Samuel A. Lillo, Diego Dublé Urrutia y Víctor Domingo Silva, entre otros.
Mundonovismo o Criollismo: La palabra criollo y sus derivadas criollista y criollismo fueron aplicadas por los estudiosos de la literatura, para identificar una concepción autóctona y nacional. Estos autores buscaron la identidad nacional mediante la representación de las formas rurales de vida, intentando que el lector adquiriera conciencia de una marginalidad social casi imposible de superar. Mariano Latorre es señalado como el autor más representativo de este movimiento literario en Chile.
“La Generación mundonovista de 1912 expandió el tratamiento de la identidad nacional a nivel americanista, distinguiéndose del modo europeo de representación del mundo, la naturaleza y los mitos, y dio relieve a la identidad de género femenino. Así, produjo la coexistencia de un proceso autoctonista y mestizo hegemónico de carácter contracanonizador de la cultura europeizante y de la superposición de un proceso menor de orientación cosmopolita, que produjo el grupo Los Diez, la Colonia Tolstoyana y la polémica entre criollistas e imaginistas” (Muñoz y Oelker 105-152). De lo anterior se desprende el afán por resaltar lo propio para fortalecer la identidad nacional altamente influenciada por los logros militares. Paralelamente, la literatura rusa sirve de espejo para muchos autores que se identifican con el modo de representación de Pushkin, Dostoyevski, Tolstói, Gorki o Gogol. Entre los escritores mundonovistas destaca el trabajo de: Benjamín Subercaseaux, Marta Brunet, Gabriela Mistral, Pedro Prado, Carlos Pezoa Veliz, Francisco Contreras y Pablo Neruda, entre otros.
Imaginismo: Esta tendencia aparece en nuestro país hacia 1925. “Se afianza en 1928. Está en plena vigencia en 1932 y se disuelve hacia fines de 1936 y se constituyó en una de las múltiples manifestaciones de 1os diversos estilos de pensamiento que aparecieron una vez que la clase media se hubo afianzado en el poder” (Muñoz-Oelker 130). Es decir, el ascenso al poder de Arturo Alessandri Palma, quien lo hizo en un ambiente de gran expectación, a pesar que las condiciones económicas no eran las más propicias, producto de la crisis salitrera. Salvador Reyes es señalado por la crítica como uno de los autores más representativos de esta tendencia, él optó por divertir e interesar al lector con historias principalmente inspirada en el mar. Representaba una inclinación hacia el universalimo en nuestra literatura, sin dejar tampoco de estar su obra enraizada en nuestros mitos y costumbres. En cuanto a los integrantes del grupo se van reiterando los nombres: Pedro Prado, Hernán del Solar, Luis Enrique Délano, Carlos Droguett son algunos de los representantes.
Los Diez: El grupo protagonizó la escena cultural chilena entre 1914 y 1924 con el propósito de llevar adelante una transformación estética radical. Lo integraba intelectuales chilenos de diversos ámbitos del arte, cuyas especialidades se complementaban entre sí. El nombre lo eligieron los propios integrantes en alusión al número de miembros: Eduardo Barrios (escritor), Julio Bertrand Vidal (arquitecto y fotógrafo), Acario Cotapos (músico), Augusto D'Halmar (escritor), Armando Donoso Novoa (crítico literario), Juan Francisco González (pintor), Ernesto Guzmán (poeta), Alfonso Leng (músico), Manuel Magallanes Moure (poeta y pintor), Julio Ortiz de Zárate (pintor y escultor), Pedro Prado (escritor, arquitecto y pintor) y Alberto Ried Silva (escritor, pintor y escultor), quienes: “no vieron en las escuelas y tendencias literarias y artísticas, sino restricciones inútiles. A partir de la publicación de su revista y del proyecto editorial que la acompañaba, representaron durante los últimos años de la segunda década del siglo pasado un espacio abierto y enriquecedor a partir del cual los nuevos artistas pudieron desarrollar sus propuestas con total libertad” (Maino 6).
La agrupación se reunía en la casona de estilo neocolonial, hoy monumento nacional, ubicada en Santa Rosa con Tarapacá, cuya construcción data de 1840. Su aparición pública fue el 19 de junio de 1916, cuando se celebró la Primera Exposición de Los Diez, con obras de Manuel Magallanes Moure, Alberto Ried y Pedro Prado en el Salón de El Mercurio.
La Colonia Tolstoyana fue un proyecto liderado por Augusto D’Halmar, Fernando Santiván y Julio Ortiz de Zárate, entre los años 1904 y 1905. El ideario tolstoyano puede ser resumido en: vida sencilla en contacto con la naturaleza, anarquismo de corte cristiano inspirado en la vida de las primeras comunidades, no violencia, vida en común, vegetarianismo y compromiso con la transformación de la sociedad. Este encuentro fue muy productivo, dando origen a interesantes publicaciones, entre ellas, Memorias de un Tolstoyano de Fernando Santiván. Era frecuentada por los pintores Rafael Valdés, José Backhaus y Pablo Burchard; los escultores Carlos Canut de Bon y los escritores Baldomero Lillo, Luis Ross, Samuel A. Lillo, Carlos Mondaca y Víctor Domingo Silva. Sergio Grez, en Los anarquistas y el movimiento obrero afirma: “la colonia tolstoyana formada hacia 1905 en San Bernardo, de nula influencia en los movimientos populares, […] terminó siendo una simple comunidad de artistas y escritores alejada del escritor ruso que la inspiró originalmente”. Santiván y D'Halmar continuaron viviendo en San Bernardo. El primero comenzó a escribir bajo la tutela de D'Halmar, cuyas novelas lo transformaron en Premio Nacional de Literatura.
Lira Popular o literatura de cordel, como se conoce genéricamente a este movimiento, se define como el conjunto de pliegos impresos de poesía en décima, realizados desde mediados del siglo XIX hasta las primeras décadas del XX. No obstante, no se trata de una exclusividad nacional, ya que también se desarrolló en: Brasil, España, México, Portugal. En nuestro país, el inicio de esta tendencia está marcado por el arribo de población, buscando nuevos medios de subsistencia, en un contexto de creciente agitación social.
Estéticamente, la llegada del poeta-campesino a la ciudad implicaba cambios fundamentales, para la poesía de tradición oral que él acostumbraba a cantar en zonas rurales. Ahora: “el poeta es un campesino que no quiere dejar de ser campesino, pero que ya no es campesino. Es un ciudadano” (Sepúlveda 82) que enfrenta un paradigma urbano y se revela entregando en sus textos, un fuerte valor a las festividades religiosas y a los eventos nacionales, como Fiestas Patrias, pues estaban insertos en su imaginario.
El sitio web Cultura Popular explica que “se ha investigado que las primeras liras populares que circularon por Chile medían 26x35 centímetros, éstas se fueron agrandando con el paso del tiempo hasta llegar a los 54x38 que es tamaño de la mayoría de las que se reunieron y conservan”. Entonces, se publicaba cada 15 días una hoja de 3.000 ejemplares, que incluían entre cinco y ocho poesías, cada una introducida por una ilustración alusiva.
Entre los autores más destacados de este movimiento está: Rosa Araneda, considerada la más fructífera de las poetas de la Lira, Pepe Aravena, Juana María Inostroza, Margarita Flores y Juan Bautista Peralta.